María Concepción Castaños

María Angelina de Bosoist, vizcondesa
de Langle y madre del V Barón de
Carondelet.
María de la Concepción Castaños Arragorri (La Coruña, 8 de octubre de 1759 - Madrid, 13 de septiembre de 1831) fue una noble y aristócrata española, esposa del V Barón de Carondelet, y como tal una de las damas más importantes de la sociedad y cultura en los territorios que fueron administrados por su esposo en nombre de la Corona española, incluida la Presidencia de Quito.

Biografía

Nacida el 8 de octubre de 1759 en la ciudad española de La Coruña (Galicia), era la segunda y última hija del matrimonio conformado por Juan Felipe de Castaños Urioeste y  Concepción Arragori Olavide. Su único hermano de este enlace, de nombre Francisco Javier, sería ennoblecido con el título de Duque de Bailén por el rey Fernando VII de España, que en 1833 premió de esta forma su destacada labor como capitán general de los Reales Ejércitos españoles.

Su padre, nacido en la ciudad vasca de Portugalete, cerca de Vizcaya, era un rico comerciante perteneciente a la aristocracia local. Mientras que su madre, también perteneciente a una notable familia del País Vasco, había estado casada anteriormente con Manuel de las Casas y tenía tres hijos: Simón, marqués titular de Iranda; María Rosa, condesa consorte de O'Reilly; e Isabel, casada con Jerónimo Girón Moctezuma-Ahumada, de la Casa Imperial azteca.

En 1777, cuando tenía 18 años de edad, contrajo matrimonio en la ciudad de Barcelona con Francisco Luis Héctor de Chilsain y Bosoist, un noble flamenco once años mayor que ella y que ostentaba los títulos de V barón de Carondelet. vizconde de Langle, vizconde de la Herstre y señor de Hayne-Saint Pierre. Al momento del enlace, el joven novio era oficial de la Guardia Valona en el Ejército español, que combinado a su físico bien parecido, conquistaron a Concepción y la boda se celebró por amor.

Al poco tiempo del enlace, el Barón de Carondelet fue enviado a América como parte de los ejércitos acantonados en la Florida, donde tuvo un destacado papel durante la Batalla de Pensacola (1783). En 1787 regresó a Madrid y fue nombrado caballero de la Orden de Malta, y ese mismo año nació en Cambrai el primer hijo de la pareja: Luis Ángel. Un año más tarde Concepción daría a luz a su segunda y última hija, María Felipa Cayetana.

Vida en América

En 1789 la Baronesa de Carondelet tomó la decisión de mudarse a América junto a su marido, que había sido nombrado Intendente de San Salvador por sugerencia de Bernardo de Gálvez, su comandante en Pensacola. El viaje desde Europa con dos tiernos niños resultó una verdadera pesadilla para Concepción y las sirvientas que la ayudaban, mientras que Luis Héctor se dedicó a estudiar la situación de la plaza que le habían asignado dirigir.

Los niños crecieron durante tres años en la actual capital salvadoreña, donde Concepción se destacó no solo como la más elegante y fina dama de la ciudad, sino sobre todo como apoyo del Barón en sus labores política y social, presidiendo juntas benéficas y de recaudación de fondos para construir las obras públicas.

En 1791 el Barón fue nombrado Gobernador de Luisiana y Florida Occidental, por lo que la familia se mudó a Nueva Orléans en diciembre de ese año. Al llegar se encontraron con una ciudad llena de jacobinos que rechazaban la presencia española y deseaban a Francia en su lugar, por lo que a los pocos días partieron a la seguridad de La Habana y desde allí Carondelet resolvió el asunto.

Al volver a Nueva Orléans en 1793, Concepción continuó con su labor benéfica tal como había hecho en San Salvador, llegando a ser muy querida por la gente local, además de un referente para las damas más elegantes de la región. De su larga estancia en Luisiana, se recuerda que la Baronesa gustaba pasar largas temporadas en la villa de caza que su esposo había adquirido a orillas de Duck Lake, mientras que por su afición a la jardinería hizo plantar un hermoso jardín de rosas en Villa Gravier que sobrevivió mucho tiempo, pero que hoy ya no existe.

En 1852 la municipalidad de Nueva Orléans, ciudad que un día la había recibido como esposa del Gobernador, rebautizó una de sus calles anteriormente llamada Baccus (el dios romano del vino) como Baronne, que significa Baronesa en francés, justamente en honor a la Baronesa de Carondelet. En los mapas de la misma época se puede observar que la calle de la Universidad era Philippa, en honor a María Felipa, hija de la Baronesa que también había sido muy querida por los habitantes de finales del siglo XVIII.

La Baronesa en Quito

Retrato del Barón de Carondelet como
presidente de Quito, conservado en la
Catedral Metropolitana de la ciudad.
Para 1797 Carondelet había sido nombrado presidente de Quito, una provincia del Virreinato de Nueva Granada en Sudamérica, y hasta allí se trasladó con su familia al año siguiente, llegando a Manta el 14 de diciembre de 1798, y el 22 del mismo mes el barco atracó en el puerto de Guayaquil.

Después de pasar unos días en Guayaquil, Carondelet y su familia emprendieron el viaje a la capital audiencial, encontrándose con el presidente saliente, Luis Muñoz de Guzmán, el 21 de enero de 1799 en Ambato, y allí se celebró la ceremonia de cambio de mando a la que acudió Concepción, pero que se perdieron los pequeños niños.

A partir de este punto Carondelet se adelantó para llegar a Quito, mientras que la Baronesa y los niños continuaron el viaje a un ritmo más pausado y siendo invitados en algunas haciendas de los nobles quitenses, entre ellas La Ciénega cerca de Latacunga, perteneciente a los Marqueses de Maenza.

A finales del mes de febrero llegaron a la ciudad de Quito, donde el Barón les aguardaba desde hacía tres semanas, Concepción tenía para entonces 40 años de edad, su esposo 51 y los niños Luis Ángel y María Felipa, 12 y 11 años respectivamente. Se instalaron entonces en los apartamentos presidenciales del Palacio Real de la ciudad, que pese a haber sido sede del poder español desde 1612 se encontraba bastante deteriorado debido a varios terremotos.

Según un censo de la época, en el Palacio Real vivían, además del barón Luis Héctor de Carondelet, su esposa y sus dos hijos, Ramón Fernández, mayordomo de Palacio; Jerónimo (sin apellido), jefe de la Casa del Barón de Carondelet; Mariano Salazar, secretario del Barón; Vicente Arreaga; Francisco Rodríguez: nueve criadas mujeres; una huasicama o ama de llaves indígena; Juanico Gavilánez y Mariano Godoy, porteros de Palacio.

La Baronesa se habría convertido rápidamente en todo un personaje del territorio, pues apenas un año después de su llegada, en 1800, José Mejía Lequerica le dedicó su obra "Travesuras Poéticas", en la que además le escribió el siguiente soneto:
Página del libro de Mejía,
con la dedicatoria y el soneto.

Quemar pensé una noche estos, mis versos
pues llaman con honor satiricones
la Gisis: y las tiernas expresiones
reputan torpe lengua de perversos.
Cercándome designios mil diversos
cogido fui del sueño en las prisiones
y vi luego a mi Musa, que en razones
como estas desplegó sus labios tersos
Ahuyentaré la vil zima confusa
si bella, cuerda, noble y bienhechora
Deidad, así acogerme no desdeña
Despierto conocí por tanta seña
que solo a ti debía yo, Señora
rogar ampazes mi sencilla Musa.


En lo que respecta a la vivienda, y para acomodar mejor a su familia, el Barón de Carondelet contrató a un renombrado arquitecto payinés de nombre Antonio García, y emprendieron la refacción integral de las Casas Reales para darle un verdadero ambiente palaciego. Los trabajos iniciaron el 3 de abril de 1803, cuando se tiene constancia que se entregaron los primeros cincuenta tablones de madera, y se terminaron alrededor del año 1805.

Es de imaginar que si bien el Barón se puso al frente de la reforma del edificio en su parte estructural, sería la Baronesa quien se habría hecho cargo de la decoración interior que, según testimonios de la época, estaba ricamente amoblado, contaba con hermosos tapices y obras de arte, así como grandes y finas lámparas de cristal. Entonces, parte de la belleza que Simón Bolívar habría encontrado a su llegada al edificio en 1822, y por la que lo nombró como Palacio de Carondelet, tendría también la firma de Concepción Castaños.

Detalle de la pintura "Quito a finales
del siglo XVIII", del Museo de la
Moneda de Bogotá. Aparece el
Palacio Real tras la reforma de los
Barones de Carondelet.
Por su afición a la jardinería, demostrada durante su estancia en Nueva Orléans, es de suponer también que la Baronesa consorte habría estado involucrada en el diseño de los jardines que Antonio García creó en los patios interiores y el terreno posterior al Palacio Real de Quito.

Durante casi una década, y mientras el Barón se ocupaba eficazmente de los temas políticos y de obras públicas, Concepción se convirtió en la señora absoluta del Palacio Real de Quito, siendo la responsable de organizar las celebraciones que allí tenían lugar, así como las tradicionales tertulias en las que cada tarde acostumbraban reunirse las damas más notables de la ciudad.

Es conocida su enemistad con Josefa Herrera-Berrío, marquesa viuda de Maenza y considerada la matrona más respetada del territorio, pues el Barón de Carondelet le había negado a esta señora la solicitud para impedir la boda de su hija Mariana Matheu con José Javier Ascázubi. A partir de entonces, lo que había sido una relación cordial entre ambas mujeres, se convirtió en una guerra campal.

En 1805 y como venganza por la acción anterior, la Marquesa frustró el matrimonio de su hijo Juan José Matheu con la hija menor de los Carondelet: María Felipa, pese a que ambos jóvenes estaban profundamente enamorados. La viuda de Maenza ofendió el linaje de los Barones al asegurar que la razón para que esa boda no se lleve a acabo era que el título de estos era inferior al estatus de Grandes de España que los Matheu ostentaban gracias al condado de Puñonrostro (otro de sus títulos nobiliarios), y que por ello necesitaban una dispensa especial del Rey.

El Barón falleció el 10 de agosto de 1807, aquejado por una larga enfermedad que estaba siendo tratada en el palacete de los Marqueses de Selva Alegre, quienes se habían convertido en los amigos más íntimos que el Presidente había hecho en Quito. Tras el deceso, la familia abandonó el Palacio Real y se hospedó unas semanas precisamente con los Montúfar.

Mientras tanto, la Baronesa le pidió al secretario particular de su difunto esposo, Juan de Dios Morales, que se hiciera cargo de todos los trámites necesarios para poder volver con sus hijos a Madrid. Sería el mismo Morales quien les acompañaría hasta Guayaquil, donde embarcaron la nave que los llevaría de vuelta a la España europea.

Últimos años y muerte

Ya en Madrid, la Baronesa pudo arreglar el asunto del matrimonio de su hija María Felipa con el joven Marqués de Maenza, que casualmente había sido enviado por su madre a la península para alejarlo de la novia, pero que al reencontrarse lograron contraer nupcias con la dispensa del Rey el 15 de julio de 1810. Serían testigos de este enlace el quiteño José Mejía Lequerica y el Duque de Bailén, hermano de Concepción.

Al poco tiempo de su regreso a Europa, Concepción Castaños se convirtió en una dama destacada de la Corte madrileña, y era conocida como la Baronesa viuda de Carondelet, tal como aparece en las guías de forasteros que se editaban cada año en la capital española. Finalmente, falleció el 13 de septiembre de 1831, cuando tenía la avanzada edad de 72 años.

Referencias

  • Jon Kukla (2009). "A Wilderness So Inmense: the Luisiana purchase and the destiny of America". New York: Knopf Doubleday Publishing Group.
  • Hémard, Ned (2010). "New Orleans nostalgia: Baronne and Carondelet", p.2. New Orleans: New Orleans Bar Association.
  • Asher, Sally (2014). "Hope & New Orleans: a history of crescent city street names". New Orleans: Arcadia Publishing.
  • Larrea, Carlos Manuel; Navarro, José Gabriel; Núñez Sánchez, Jorge; Vásquez Hann, María Antonieta (2007). "Carondelet, una autoridad colonial al servicio de Quito". Quito: FONSAL.
  • Mejía Lequerica, José (1800). "Travesuras poéticas, primer ensayo de de D. José Mexía del Valle y Lequerica", p.dedicatoria. Quito.
  • Jurado Noboa, Fernando (2002). "Casas, calles y gente del Centro Histórico de Quito", tomo IV. Quito: Fonsal.
  • Núñez Sánchez, Jorge (1999). "Historias del país de Quito", pp.219-222. Quito: Editorial Eskeletra.
  • Suárez Fernández, Luis (1992). "Historia general de España y América", volúmen 13, p. 90. Madrid: Ediciones RIALP.

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